Por Norberto Valencia González
Bajo el manto del sábado, los seis elegidos para los juegos de la ronda de comodines preparan sus armaduras para una contienda que determinará su destino en la búsqueda del codiciado título. Entre ellos, los Baltimore Ravens (AFC) y los San Francisco 49ers (NFC), como los dignos estandartes de sus respectivas conferencias, esperan con anticipación la llegada de la próxima semana.
Sin embargo, un giro imprevisto emergió. Una tormenta de nieve se cierne sobre el oeste de Nueva York, obligando a reprogramar el épico enfrentamiento entre Pittsburgh Steelers y Buffalo Bills de mañana domingo al lunes 15. Las condiciones climáticas caprichosas, sin duda, añaden una dimensión inesperada a la contienda.
La competición de playoffs, un torneo que destila emoción y cambia la cadencia establecida en la temporada regular, no solo se presenta como una arena de enfrentamientos épicos, sino que también introduce cambios en las reglas que amplifican la tensión en cada jugada. Un elemento crucial de estas modificaciones es el ajuste en las reglas del tiempo extra, con la clara instrucción de que los juegos de playoffs no conocerán el empate.
En este escenario de tiempo extra, una danza intensa de 15 minutos se desencadena en caso de empate al finalizar el tiempo reglamentario. Si la paridad persiste, la sinfonía se prolonga con otros 15 minutos, repitiéndose hasta que la partitura resuene con un ganador. Ambos contendientes tienen la oportunidad de tocar las notas de la victoria, al menos con una posesión en cada periodo adicional.
En el terreno de la estrategia, las tácticas de los entrenadores enfrentan una restricción: los desafíos no tienen cabida en este tiempo extra. Las revisiones de repetición sólo pueden ser convocadas por el oficial designado para tal fin. Los equipos disponen de tres tiempos muertos, distribuidos con astucia en cada par de períodos de tiempo extra.
El reloj, inmisericorde, solo concede tres minutos entre el fin del tiempo reglamentario y el inicio del primer tiempo extra. Una vez que el tiempo extra comienza, se establece un breve interludio de dos minutos entre cada período, otorgando un respiro momentáneo en medio de la épica contienda.
¿Puede esta batalla prolongarse hasta la eternidad? En teoría, sí. Los playoffs, con su implacable calendario, exigen que cada enfrentamiento se resuelva en la misma noche, llevando a los equipos a un tiempo extra interminable hasta que un vencedor emerja victorioso.
Los tiempos extra, si bien raros, destilan un sabor especial, con apenas 12 juegos desde 2010 que han requerido esta extensión. En ocasiones, estos duelos demandan múltiples periodos adicionales, como el memorable enfrentamiento en 2012, cuando los Baltimore Ravens superaron a los Denver Broncos en la división de la AFC.
La historia de los playoffs guarda en sus anales el juego más largo, una epopeya de 1971 donde los Miami Dolphins y los Kansas City Chiefs se enfrascaron en una batalla titánica que se prolongó asombrosamente durante 82 minutos y 40 segundos. El climax llegó en el segundo tiempo extra, cuando Garo Yepremian selló la victoria con un gol de campo de 37 yardas para los Dolphins. En cada partido de tiempo extra, la leyenda de los playoffs se escribe con la tinta inmortal de la resistencia y la victoria.