Por Norberto Valencia González
El martes pasado, se despidió de este efímero escenario un exjugador que, con sus sueños tejidos en los anhelos de la NFL, partió a la edad temprana de 32 años. Ronald Powell, cuyo paso fugaz por el fútbol americano de élite comenzó en 2014 con los New Orleans Saints, dejó este mundo tras apenas un par de estaciones en el deporte de las águilas y los touchdowns.
Ingresó al escenario de la NFL como una elección del Draft en 2014, ataviado con el manto de los Santos. Sin embargo, después de una sola temporada, se despidió de la elástica dorada y se sumó a las filas de los Tampa Bay Buccaneers y los Chicago Bears. En estos últimos, su contribución se limitó a integrar las escuadras de práctica, alejado de los reflectores que iluminan el firmamento de los titulares.
Después de desvincularse de Chicago, Powell encontró su morada temporal en los Seattle Seahawks, donde finalmente alcanzó el estatus de miembro activo del roster principal. Su destreza se desplegó en la temporada 2016-2017, pero el destino caprichoso no renovó el contrato que lo ataba a los Seahawks, marcando así el epílogo de su travesía en la NFL.
En 2019, avizorando nuevos horizontes, se sumó a la hueste de los Orlando Apollos en la Alliance of American Football. Sin embargo, la efímera existencia de la liga, arrojada a la penumbra de los problemas financieros, precipitó su desaparición. Fue entonces que la noticia del trágico adiós de Powell reverberó a través de las redes sociales, anunciada por un antiguo compañero de los Florida Gators, Junior Galette.
“Te llevaré en el corazón eternamente, hasta que nuestros caminos se crucen de nuevo. Un padre excepcional, un hermano respetado y un hijo amoroso. Es con tristeza que comparto con el resto del mundo la partida de Ronald Powell de este plano”, rezaba el mensaje de Galette, un eco melancólico que resonó en la vastedad virtual