Por Norberto Valencia González
Los anillos de la NBA son una de las tradiciones más destacadas en el ámbito deportivo. Más allá de su valor como joyas preciosas, representan una recompensa al talento colectivo de un equipo, dejando una huella en la historia del baloncesto. Desde los inicios de la NBA en 1947, estos anillos han sido codiciados, marcando hitos como el primer campeonato de los Warriors.
Esta costumbre fue adoptada del béisbol y el hockey, deportes que otorgaban anillos a sus campeones mucho antes que el baloncesto. Con el tiempo, esta distinción se convirtió en un símbolo de gloria y éxito, extendiéndose incluso a equipos de fútbol, como el caso del equipo francés en 2018, gracias a la iniciativa de Paul Pogba y el joyero Jason Arasheben, conocido por sus creaciones de anillos de la NBA.
El proceso de creación de los anillos de la NBA sigue ciertas reglas impuestas por la liga. Inicialmente, debe incluir la inscripción “Campeón del Mundo” como testimonio del título obtenido. La fase creativa inicia con una lluvia de ideas, donde diseñadores y joyeros deciden los elementos destacados de la temporada que se incorporarán al anillo, como estadísticas, el marcador de la final o símbolos que rindan homenaje al equipo o la ciudad. Estas inscripciones dan origen a un anillo único, definiendo su identidad y estableciendo la base para el diseño final.
Posteriormente, se conceptualiza el diseño mediante un software que define la estructura del anillo y los elementos a integrar. Se imprime en cera utilizando una impresora 3D, fase crucial que sirve como modelo antes de materializar la joya. Luego, se integran materiales compuestos de oro y diamantes con una técnica precisa y concentración impecable. Una vez ensamblado, el anillo está listo para ser usado por los campeones.