Por Norberto Valencia González
El mundo del golf se encuentra en pleno debate con la introducción de innovadoras bolas que prometen recorrer distancias más cortas, generando opiniones divididas entre los entusiastas.
La polémica surge ante la creciente capacidad de los jugadores profesionales para golpear a distancias récord. Este año, Rory McIllroy estableció un nuevo récord con una media de 298,37 metros desde el tee, desafiando la marca previa de Bryson Dechambeau. La decisión de los rectores del golf de cambiar la composición de las bolas busca preservar la esencia del juego y evitar que muchos campos se vuelvan obsoletos.
La medida establece que una bola golpeada con un swing de 125 millas por hora no puede superar los 290 metros. Esto podría significar una pérdida de hasta 14 metros para golfistas profesionales de pegada fuerte, como McIllroy. Los aficionados sentirán un efecto más modesto, de 2 a 5 metros. Aunque se esperaban restricciones más estrictas, la medida será universal, con la élite del golf utilizando las nuevas bolas a partir de 2028 y el resto del mundo en 2030.
La USGA y la R&A basan este cambio en un informe que revela un aumento promedio de casi un metro por año en las distancias de golpeo durante las últimas dos décadas. La sostenibilidad y la calidad del juego son argumentos clave, buscando evitar que el golf se reduzca a simplemente lanzar la bola lejos y rematar con un hierro corto. Se espera que estas modificaciones fomenten el uso de más hierros largos y restauren la variedad de golpes y habilidades esenciales para el deporte.
Aunque la medida ha generado controversia, con críticas de jugadores como Dechambeau, que la considera “atroz”, los cambios están destinados a redefinir el juego y mantener viva la esencia única del golf.